Relatos de Coaching

Capítulo 5. Reflexión Profesional

Tras el interrogatorio me dirigí a mi mesa y me dispuse a revisar las tareas pendientes. Toda la planta parecía tranquila y extrañamente despejada. Vi a Cruz al fondo concentrada en su trabajo y a Rosa paseando como un gato acorralado mientras hablaba con su móvil.  Me percaté de que mi puesto no estaba como lo había dejado. 

 Comprobé que tenía las llaves del coche y el teléfono se encontraba operativo. Abrí el correo y miré los sms,  mensajes de whatsapp y llamadas de mi móvil. Conseguí concentrarme en responder a lo más importante. Hice unas cuantas llamadas y reabrí el documento de seguimiento de costes que estaba realizando justo antes de que comenzase a tensionarme y sentir angustia. Pensé en ello por unos instantes y decidí abrir la agenda para revisar lo que había dejado pendiente.

   -¡Vaya! Olvidé por completo la sesión de coaching.

Revisé de nuevo mi correo electrónico y abrí el mensaje que me había enviado Adriana.

   -“Pedro, te he llamado al ver que no venías al estudio y ha salido tu contestador. Dejé un mensaje en el contestador y te envié un whatsapp. Cuéntame qué ha sucedido. Gracias. Adriana.”

   -¡Vaya! Pensé en ese momento. Precisamente hoy íbamos a trabajar con ejercicios de PNL. Además por no haber avisado a tiempo tengo que pagar el 25% de la sesión.

Tras pensarlo un instante, resolví ponerme en contacto con Adriana para disculparme y quedar con ella lo antes posible. Quería que me ayudase a organizar pensamientos para tomar un par de decisiones importantes en torno a mi trabajo. Al reflexionar sobre ello, recordé que no había hecho los ejercicios a los que me había comprometido dos semanas atrás y me sentí culpable.

Me acordé de las preguntas de Adriana a las que había contestado con vehemencia “¿Crees que puedes mejorar?” […] “Dime, por favor, dos razones de peso que te motiven a hacerlo.” […] “¿Qué crees que puedes hacer para conseguirlo?”.

Leí la simpleza y la claridad de las palabras que había apuntado en mi cuaderno de coaching “si quiero que las cosas cambien tengo que empezar por hacer algo distinto”. Permanecí inmóvil, descifrando y catalogando retazos de comportamientos que eran inconscientes en la sombra de los hábitos y rutinas del día a día, mientras perdía la vista en el horizonte de edificios que se mostraban a través de los cristales.

   -Y he seguido haciendo lo mismo, todo del mismo modo. Voy a trabajar desde ahora por conseguir mis  propósitos.

Abrí el documento con el Plan de Acción trabajado en la última reunión con Adriana. En él, detallaba las acciones que iba a comenzar a realizar, y los plazos que quería cumplir para la realización de las acciones. Como área de mejora había puesto foco en la organización y optimización de mis tiempos. Diariamente, llegaba a casa pasadas las nueve de la noche al no lograr concentrar mis esfuerzos durante la jornada. Sentía que en mi empresa se premiaba el que nos quedásemos más tarde del horario aparentemente establecido. Con tantas obligadas horas en la empresa ¿para qué iba a luchar por ser eficiente?

Lo había tratado durante la sesión. Salía tarde del trabajo, no tenía tiempo para hobbies, ni para dormir lo suficiente o leer, no podía preparar una cena decente y apenas podía disfrutar de Pablo. La situación estaba consumiendo toda mi energía.

Varias compañeras en la empresa con jornadas reducidas lograban ser tan eficientes en sus horas de trabajo como el resto, que destinaba, en ocasiones, el doble de horas. ¿Cómo era esto posible?

Posponía mi salida de la compañía pero la presión imponía llegar a tiempo por las mañanas. Mientras, hacía lo posible, por disfrutar con resignación del tedioso atasco matinal.  

Habíamos estudiado cómo se las arreglaba un colega cercano para organizarse de manera que trasladaba a su hijo al colegio a primera hora, le recogía por las tardes, le dejaba en casa y regresaba a las siempre oportunas reuniones de última hora. Hacía deporte cerca de la empresa y solía terminar su trabajo antes que los demás. Entonces, ¿era cuestión de organizarse?

Navegué con mis pensamientos hasta el momento en el que conversaba con Adriana durante la última sesión de coaching:

   -Me siento responsable de todo lo que pasa. Cuando soy el responsable y… también, cuando no lo soy. […] Me siento culpable cuando los resultados no me gustan, tanto si yo soy el que los produce como si no lo hago. […] Intento controlar lo que me rodea… Supongo que por ésta razón, el estar más horas en la empresa me ayuda a sentirme mejor.

   -¿Crees que es bueno para ti tu diseño de organización de las parcelas de tu vida?

   -Creo que le destino una suma de tiempo importante al trabajo. El resto de… ¿cómo lo has llamado? ¿Parcelas? Decía que el resto de  parcelas de mi vida las tengo abandonadas. De hecho, no había pensado en éste detalle hasta ahora.

Determiné, mientras dialogaba con Adriana, que destinaría mis esfuerzos de trabajo en el horario matinal. Lucharía contra la procrastinación ya instaurada en mi modus operandi.  Las tardes las iba a invertir en innovar, escuchar a mi equipo, analizar opciones de mejora y anticipar soluciones. Tendría que organizar mi agenda, lo que incluía la preparación de reuniones con el objeto de lograr una mayor eficiencia, eficacia y éxito en las mismas.

Revisé el Plan de Acción. Al mirarlo, sentí la emoción del momento en que lo estaba proyectando. Me propuse iniciarlo justo en ese instante. Comencé a planificar el día siguiente para optimizar mis tiempos. Escribí a Adriana para disculparme y preguntarle cuándo podríamos quedar. Entonces, recordé que no había comido y bajé a la cafetería para tomar algo. Luego subiría de nuevo a mi puesto y comenzaría a organizar mi vida.

 


 1361,    18  Jun  2015 ,   Perspectiva Vital por Miriam Cobreros
Miriam Cobreros

Coach Profesional Ejecutivo Certificado

Cerfiticación Oficial AECOP CP40

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